“Veintinueve días y treinta noches”. Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 29, referido al 12 de abril


Que ya se dice pronto, veintinueve días… ¡y treinta noches!, pero no, es un montón de tiempo, es casi un mes, casi un sueldo, con todos sus buenos y malos momentos, los de risas, de lavados de dientes, de leer la prensa, escuchar noticias, ver televisión, entrar en redes sociales, interactuar; momentos de llamar por teléfono, de videollamar, de teletrabajar, de telecervecear, de salir con el perrito a que dé su paseo, a llevarlo al veterinario -él debe ir dos veces a la semana-; con todos sus momentos de ingesta diaria -y deposiciones, no olvidar-, todo lo cual también supone unas pocas de visitas a supermercado, farmacia, estanco, veterinario para hacer acopio de comidas, productos de limpieza, medicamentos, pienso y otras cosas para el perrito; y entre medio, muchísimos lavados de manos, pon-quita quita-pon guantes y mascarilla, momentos de miedo, de incertidumbre, de ilusión, de desánimo, de subidón; momentos de ventaneo, de terraceo, contemplando la calle, imaginando cómo estaba hace veintinueve días, observando la poca gente que transita, observando a los que asoman por los huecos de sus casas, pendiente de los movimientos que son los que dan vida a la calle, observando las hierbas crecidas como nunca en las aceras, incluso setas crecidas en el tronco de árboles talados.
Veintinueve días, con sus lavavajillas, lavadoras, tendederos puestos, tendederos recogidos. Treinta noches, muchas de ellas al borde del insomnio. Veintinueve días procurando mantener el tipo, la moral alta, sacando sonrisas, hablando de todo un poco; veintinueve días espantando derrotas, huyendo de derrotistas y su negatividad y crítica destructiva; veintinueve días que no son más que la muestra de lo que vendrá, pero si hemos podido con veintinueve vamos a poder con más, y vamos a poder seguir ignorando la estupidez de todo aquel que se empeñe en hundir nuestra moral, en socavar el cimiento de nuestro frágil estado de ánimo.
Hay muchas cosas que hacer al cabo de un solo día como para emplearlo en joder al prójimo, y no hay que desgastarse gratuitamente, así que si algunas veces callo no es porque esté dando la razón, es más bien porque estoy evitando discutir con quien no tiene sentido hacerlo.

Veintinueve días, treinta noches escribiendo para desahogar y acostarme más a gusto, escribiendo para los que me estáis leyendo, a pesar de que hay veces que me acostaría sin hacerlo, no puedo fallarme ni fallaros, no puedo darme por vencida ante la debilidad de ningún lamento.

Hay que vencer las dificultades, hay que combatir el miedo; acostarse y descansar, levantarse y continuar, una rueda imparable, la inercia de la supervivencia.

#YoMeQuedoEnCasa #QuédateEnCasa

©María José Gómez Fernández

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